A Donald Trump
Sé que esta carta nunca llegará a sus manos y que, aun imaginando que eso tuviera lugar por algún extraño azar, Ud. no se dignaría a leerla. No le escribo porque eso pudiera suceder ni para que suceda, sino para mi propio desahogo, para poner palabra a mi angustia, para sumar mi voz al grito de la Tierra, para sostener la pancarta de Greenpeace que cuelga cerca de su Casa Blanca: RESIST, sí, para poder resistir.
Pensábamos que podría Ud. no ser el que nos temíamos que fuera, o llegamos a decir que, en el peor caso, más valía su insolente claridad que las calculadas maneras de la candidata demócrata, la favorita de Wall Street, de los especuladores y de la gran prensa. Durante ocho años, los encantos de Obama han engañado tanto las mejores esperanzas del mundo, que dudábamos de que lo que viniera con Ud. pudiera ser peor.
Desde luego, sus primeras decisiones auguran al mundo lo peor. Ha anunciado la construcción de un muro de 3.000 kilómetros en la frontera con Méjico, nuevos muros para dividir y separar a los ricos de los pobres, a los buenos de los malos. Y la construcción de dos oleoductos de 4.000 kilómetros con acero exclusivamente americano, para conducir el petróleo extraído por fracking, ¡y qué más da que tenga que atravesar el territorio tradicional de los sioux! ¡Qué más dan las fronteras del respeto a la Tierra! Siempre había negado el cambio climático debido a la acción humana y acaba de nombrar a un conocido negacionista al frente de la agencia norteamericana de Protección del Medio Ambiente, para acelerar el desastre. Ha anunciado la reapertura de cárceles secretas de la CIA extendidas por la Tierra. Ha defendido la utilidad de la tortura para la sinrazón de Estado. Se ha rodeado de asesores sionistas multimillonarios y ha expresado la intención de trasladar la embajada americana de Tel Aviv a Jerusalén, para reavivar un fuego que devore a todos sus enemigos del Oriente Medio. Ha prohibido la entrada en EEUU a todos los habitantes procedentes de “Estados musulmanes” que no sean sus aliados políticos y económicos, como si los Estados pudieran todavía ser definidos por una religión, y ha destituido fulminantemente a la Fiscal General de su país por haber expresado dudas sobre la legalidad de la medida y demostrar de paso su respeto a la división de poderes, base de la democracia.
Basta. Nos tiene espantados, Sr. Trump. Y avergonzados de quienes le han elegido. Solo nos queda el dudoso alivio del “cuanto peor, mejor”, pues tendremos que pensar que tanta maldad despertará la conciencia de los más dormidos, y que tanta inhumanidad no podrá ser aplicada, entre otras cosas porque lo que es malo para unos lo es para todos, como algún día sabrá. También, Sr. Trump, para los Estados Unidos, por mucho que el 65% de los ciudadanos se muestren satisfechos de sus primeros días de gobierno y los índices del Dow Jones hayan marcado máximos.
La tierra clama. Escuche el clamor de la Tierra, de los niños que lloran, de los refugiados que huyen de la guerra, de los inmigrantes que huyen del hambre. Son los mismos. No se lo pido por ningún castigo divino en que no creo, sino por el bien común de la tierra y de la humanidad entera. Por el futuro común. Por la belleza de su país, que durante más de 15.000 años fue la tierra de otras etnias, culturas y religiones hoy desaparecidas o exterminadas. Por la memoria del gran pueblo americano, cuya inmensa mayoría son hijos e hijas de inmigrantes y refugiados que fueron acogidos, de esclavos negros deportados, y también de conquistadores ilegales que impusieron su ley. Por la memoria de su abuelo que llegó a EEUU en 1885 en busca de oro; por su madre escocesa, por su padre hijo de inmigrantes alemanes, por su actual esposa eslovena.
Por su conciencia. Por la Biblia sobre la que juró su cargo y en la que se repite una y otra vez: “Si un emigrante se instala en vuestra tierra, no le molestarás; será para ti como un nativo más y lo amarás como a ti mismo, pues también vosotros fuisteis emigrantes en Egipto” (Levítico 19,34). Por Jesús, a quien Ud. ha dicho que reconoce como su Señor y Salvador, pues él dijo: “Tratad a los demás como queráis que ellos os traten; en esto consisten la Torá y los profetas” (Mateo 7,12), es decir todos los libros y profetas inspirados, sean religiosos o no. Por la Vida. ¿No le basta?
(Publicado el 5 de febrero de 2017)