¿A qué resucitamos?

¿Resucitaste del aislamiento?
¿Resucitaste del dinero?
¿Resucitaste de la tristeza?
¿Resucitaste de la queja lastimera?
¿Sigo oliendo a muerto o resucité?
¿Retorné a caminar por sendas de justicia?
¿Sigo en mis trece o me ganó la cordialidad?
¿Resucitaste en lo superado?
¿Te reencontraste con lo olvidado y no aceptado?

¿Qué ganó: mi empeño o su confianza fiel?

Cambiar en algo con alguien,
no grandes intenciones
sino humildes sueños.
Aunque parezca que nadie cambia,
renueva los intentos,
rompe los grilletes del desaliento.

Resucitó, resucitaste,
suscita utopía cotidiana,
remueve tus entrañas
resucitadas y vacilantes.

(Antonio Martínez)