Año nuevo, nueva era

“¡Feliz año nuevo!”, nos dijimos a las 00,00 h del día 1, medio atragantados con las campanadas y las uvas, aunque de no ser por el calendario no hubiéramos sabido que justo en ese momento empezaba un año nuevo. Pero son buenos los ritos, y los calendarios han sido necesarios desde hace milenios para sembrar y cosechar y celebrar fiestas. También hoy lo siguen siendo para trabajar y disfrutar y seguir esperando a pesar de todo.

Los calendarios, eso sí, son diversos, como las culturas. El 30 de enero será el año nuevo budista; el 10 de febrero, el año nuevo chino de la serpiente negra; el 22 de febrero, el año nuevo tibetano 2139; el 21 de marzo, el año nuevo baha’í 169, así como el año nuevo zoroastriano; el 14 de abril, el año nuevo 2070 del Nepal; el 5 de septiembre, el año nuevo judío 5772; y el 4 de noviembre será el año nuevo musulmán 1434. Los calendarios podrían ser tan numerosos como las estrellas del cielo y todos sus planetas, que giran en el cielo, que brillan en el mar, que guían nuestros ojos.

Durante meses nos han venido anunciando que, de acuerdo al calendario maya, el 21 de diciembre del 2012 iba a cerrarse el largo ciclo iniciado hace más de cinco mil años, en el 3114 antes de Cristo, y abrirse una era mejor, gracias a una venturosa conjunción de estrellas y planetas. Algunos adivinos de afición apocalíptica, no los mayas, habían vaticinado para ese día el fin del mundo. Según Mons. Rouco y Kiko Argüello, el apocalipsis y el fin del mundo ya está en marcha: es el fin de la “verdadera familia”, debido a las leyes permisivas del divorcio, los matrimonios homosexuales y el aborto. Ellos quieren salvarnos, ¡gracias!, pero ¿cómo les creeremos, si nunca pronuncian palabras de salvación y si no vemos en sus rostros más dulzura y salvación?

Necesitamos una nueva era en que haya pan y paz para todas las criaturas y curación de las angustias, pero no es fácil seguir confiando en que se produzca. Y ¿cómo podrá producirse si no confiamos, si la confianza no activa lo mejor de nosotros? Necesitamos que amanezca una nueva era de armonía personal y convivencia planetaria, pero no será ciertamente por la conjunción de unos astros. Pasó el día 21 de diciembre, y continúa la atrocidad en el Congo, en Siria, Palestina, Irak…; una estudiante india de 23 años ha sido violada y torturada en un autobús de Delhi; Gérard Depardieu va a adquirir la ciudadanía rusa e irse a vivir a Bélgica, por no pagar en Francia los impuestos de su gran fortuna; en el estado español, pronto habrá 6 millones de parados y de dramas; Berlusconi amenaza con volver a ser primer ministro de Italia; Europa arrojará a la basura este año 90 millones de toneladas de comida, y sus pobres seguirán aumentando hasta el 15% de la población. Y los mayas siguen viviendo en la miseria.

Es preciso inaugurar una nueva era, pero es torpe superstición pensar que depende de unas estrellas. Por lo demás, las estrellas son infinitamente más que las que vemos, y puede ser que algunas de las que existen no las veamos todavía porque su luz no ha llegado todavía hasta nosotros, o incluso pudiera darse que algunas de las que vemos en una supuesta constelación ya estén extinguidas. Todas las estrellas, por lejanas que sean, están siempre conjuntadas y relacionadas entre sí, y también con nosotros, pero no creo que ninguna de esas constelaciones que creemos observar determine nuestro destino más que la mariposa que vuela en la selva del Amazonas. Así pues, cuida la vida cada día en cuanto de ti dependa, y deja lo demás al Misterio de la Vida y del universo que brilla en cada estrella.

Celebra el año nuevo cada día, y procura inaugurar una nueva era en tu pequeñita escala. Mira al cielo y al campo, y confía. En el corazón del invierno, en las ramas desnudas, ya engordan las yemas. El 30 de diciembre, entre Igarate y Pagotxeta, ya habían florecido las flores de San José al borde del camino, humildes sacramentos de esperanza. Todo perece, pero todo revive. Hay salvación para todos, y cada día puede renacer la bendición a pesar de todo. Pero depende sobre todo de todos nosotros.

(Publicado el 7 de enero de 2013)