Joan Mari Irigoien. In memoriam

Joan Mari Irigoien (Altza, 1947-2023), reconocido poeta y novelista vasco en euskera. Altza, el nombre de su barrio natal de Donostia, es también el nombre vasco del aliso, del que en el cancionero vasco se dice: “Altzak ez du bihotzik” (el aliso no tiene médula, literalmente “corazón”). Un hombre creador, solitario y solidario. Un hombre rebelde y pacífico, libre. Falleció anteayer, 17 de mayo, tras haber decidido en plena lucidez y paz el lugar, el día, la hora de poner fin a su vida mortal sufriente, durmiéndose plácidamente para hacerse uno con la Vida que no nace ni muere, y tras haber dispuesto minuciosamente la manera en que quería ser despedido por su familia y por los más próximos de sus innumerables amigos y admiradores. Dispuso, entre otras cosas, que yo interviniera en su despedida, y no pude negarme. Esto es lo que dije (con alusiones a algunas de sus obras como Biziminaren sonetoak – Sonetos del deseo [o del dolor] de vivir” –, Babilonia, y Lur bat haratago –Una tierra más allá–):

 

Te saludo, Joan Mari, querido amigo. Te saludo y te honro, hijo de Altza, aliso con corazón, árbol esbelto tú mismo, con raíces profundas en la tierra y ramas extendidas al cielo. Te saludo y te honro.

Nos reunimos en el dolor, pero sin amargura. Y ahora que hemos perdido la forma que has sido, que hemos amado, me viene a la mente tu soneto In principium: “Si el ojo viera…, pero ¿qué ve? La piel, la máscara y el disfraz; los colores y las líneas de la forma. Otra cosa sería si viera el fondo”.

Aquí estamos, pues, según tu voluntad, vueltos los ojos al interior, hacia el fondo de ti, más allá de todas las formas. No es fácil la tarea que nos pones, Joan Mari, la de descubrir en ninguna parte y en todos los lugares el fondo, la esencia y a la vez la carne de tu presencia tierna y luminosa.

Esta vez te nos has ido mucho más más lejos, más allá de Babilonia, Una tierra más allá, más allá de la Tierra y de todos los planetas y estrellas, ahora sin necesidad de lupa para ver con asombro el eterno multiverso que se revela en el cáliz de las flores. Te nos has ido más allá… y has llegado más acá de nosotros, Joan Mari, más acá de todos los átomos y partículas y de todas las formas, más acá del antes y después, de lo alto y de lo bajo, más acá de tu tuidad y de nuestra mismidad limitada, hasta el corazón de la infinita totalidad de todo lo que es. Salimos, pues, a tu encuentro, a buscar, los ojos siempre abiertos al más allá del más acá. Aquí nos tienes, Joan Mari, aquí te tenemos.

Te saludamos y te honramos a ti que ya has recorrido el camino de la forma de tu vida, nosotros, caminantes aún y errantes a menudo. Admiro y bendigo tu vida con sus campos soleados y sus zonas sombrías. Y no porque tu vida ha sido fecunda y exitosa, sino porque has sido sincero y libre y bueno, y no has cedido a la ambición, la avaricia, la ganancia, la vanidad, la lisonja, el afán de exhibición, en una palabra: a la mentira. Porque has bebido de tu más profunda fuente interior, porque has caído y te has levantado, porque en la oscuridad más negra has dejado a la luz abrirse paso. Bendigo tu rostro de riño, tan risueño como pícaro. Has sido costurero de palabras y jugado con la palabra, tejido historias, hilado poemas, sin halago ni engaño ni violencia alguna. El humor ha sido tu vía de escape y tu medicina de la dureza, tu arma inteligente, porque al fin y al cabo lo blando vence a lo duro, como el agua a la piedra.

Pero has maldecido todos lo que hay que maldecir: la tortura, la xenofobia, la vanidad, la cementitis que va camino de cubrir la tierra, los imperios y los poderes, los ejércitos y las banderas. Sin embargo, a los autores y causantes de todo ello no los has maldecido, porque la venganza y la cárcel y la pena de muerte no borrarán de la tierra común la maldición, como te enseñaron Laozi de China y Jesús de Nazaret y Francisco de Asís. ¿Lo aprenderemos alguna vez? Tú lo aprendiste. ¡Felicidades, Joan Mari!

Has cumplido con sobresaliente. Y al término de tu camino, has puesto tu firma final a toda la vida en plena posesión de ti mismo, entregando la córnea de tus ojos y tu hígado y los riñones a quien los necesite, y el último aliento a nosotros, tan necesitados de aliento. ¡Gracias, Joan Mari!

Has coronado el soneto de la Vida, haciéndote uno con el poema infinito de la Vida. La Memoria Infinita que te une para siempre con nosotros y con todo curará el recuerdo doliente que nos queda.

En el tanatorio Rekalde, 18 de mayo de 2023 (traducido del euskera)