Los sueños de San José
Hola, amigas, amigos:
No os quiero abrumar con felicitaciones, no sea que os pase lo que a mí.
Justo unas reflexiones precipitadas sobre la reciente encíclica del papa Spe Salvi: “Salvados por la esperanza”. O, como traduce la Biblia de la Casa de la Biblia: “Salvados, aunque sólo en esperanza”. [Lo que pasa es que la esperanza de Benedicto XVI no tiene conjunción adversativa como la nuestra; es una esperanza muy segura sin titubeos; es su carisma].
Nuestra esperanza tiene seguramente muchos titubeos. ¿No las tuvo también la de María? ¿No las tuvo la de José? ¡Ah, los titubeos de José! No es necesario pensar que sus angustias se debieran a que Jesús empezó a ensanchar visiblemente el vientre de María sin que él, José, tuviese nada que ver. Es verdad que algo de eso nos cuenta el evangelio de Mateo el domingo próximo, pero no necesito entenderlo a la letra. También se puede leer como un relato bello y conmovedor acerca de los naufragios de la vida y acerca de la esperanza a pesar de todo. Por ejemplo, en una pareja, en toda pareja. ¡Hay tantos conflictos dolorosos en toda vida de pareja! ¡Hay tantos motivos de zozobra en la vida!
Yo creo que el evangelio nos habla de eso, más que de sucesos “milagrosos”. José duda si romper o no con María. También María dudaría más de una vez si romper o no con José. Y ahí siguieron. Y juntos construyeron una morada para Dios en su casa, en su amor, en sus tareas, en sus dudas, en sus hijos. En su hijo Jesús. Ése es el gran milagro, y sigue dándose cada día. Dios sigue encarnándose en nuestras dudas y caídas.
José tuvo un sueño, como el otro José, el hijo soñador de Jacob; éste soñó una vez con una gavilla que se tenía en pie por encima de las demás, y leyó en su sueño una señal para mantenerse en pie a pesar de todas las desgracias de su vida; y se hizo un experto, predecesor de Freud, en interpretación de sueños, y cuando se hallaba preso en Egipto interpretó el sueño de un compañero de prisión que había soñado con una vid con tres sarmientos, y el de otro recluso panadero que había soñado que llevaba tres canastillos de pastas sobre su cabeza, y el sueño del Faraón de las espigas flacas y de las espigas gordas…
También José, el de María, tuvo un sueño. Se atrevió a soñar. Aprendió a leer en su vida las señales de Dios que le acompañaba en su pobreza y en sus zozobras. Y aprendió a escuchar la tierna voz silenciosa de Dios: “No temas, José. Sigue con María. Juntos daréis a luz a Jesús. Juntos me haréis sitio en vosotros, y seré Enmanuel. Y juntos curaremos todas nuestras heridas. Y juntos haremos una gran Navidad”.
Amigas, amigos, os deseo paz y bien. Que Jesús os bendiga.
(Publicado el 19 de diciembre de 2007)