Martín Mendizábal. In memoriam

Apenas había bendición de la mesa en el comedor ni oraciones de la misa que, aun antes del Amén, se librara del comentario de Martín acompañado de un resoplido: “¡Qué tonterías decimos de Dios!” “Pero, Martín –le decía yo cada vez–, ¿por qué estás tan atento a lo que dicen esas oraciones? Distráete y ya está”. “Pues entonces, ¿para qué las leen? ¿Para qué las decimos?”, me respondía él.

No aguantaba el Evangelio de Juan y su Cristo divino omnisciente, ni su “Jesús pendenciero, siempre discutiendo con los judíos”. Yo le decía: “¿Pero no te parece genial que quien escribió ese evangelio fuera tan libre para reinventar otro Jesús tan distinto del histórico?”. “¡Bah, bobadas! A mí me gusta Marcos, y me basta”.

Un Dios que se ofende y castiga, que se revela y se oculta, que elige a unos y rechaza a otros, que envía a su Hijo para expiar los pecados con su muerte… le sacaba de sus casillas. La naturaleza era su Biblia y su Catecismo.

A él le escuché a menudo: “Lo único interesante de las religiones son los herejes”.

Ha sido franciscano de Arantzazu. Profesor de biología, historiador y filólogo vasco autodidacta, párroco rural… Y peluquero. Y lo mismo cantaba rancheras y habaneras que bailaba tangos y chotis con increíble naturalidad y gracia. A nadie le negó nunca ningún favor que le pidiera, lo que fuera. La ayuda al prójimo era su mística.

Falleció en Arantzazu el pasado 15 de Abril.

Martín, un hombre especial, bueno y feliz, animado por la chispa de la vida.

Testigos/as de la bondad cotidiana 

Humildes hacedores
de bondad COTIDIANA
que no conocen de fama
ni popularidad en la prensa
pero que configuran una vida
más tierna
y humana.

Son testigos callados
que alegran los caminos
con su esperanza anónima
actuante y sabrosa.

El bien rebosa
en ellos/as de manera natural
como espontánea locura
para este mundo malhumorado.

Sus nombres propios
acompañan siempre
aunque la muerte
nos prive de su presencia física
porque lo bueno es eterno
y sonríe de frente.

(Toño Martínez Por tanto bien de fray Martintxo Mendizábal)