Orar sin creer en un dios teísta
“Teísmo” es tan ambiguo como theos (dios en griego) del que se deriva, pero hoy se entiende en general como la creencia en un dios-ente metafísico supremo, creador omnipotente y extrínseco al mundo, que interviene en él cuando y como quiere. Un dios en el que una mayoría creciente de nuestra sociedad ya no puede creer, al que ya no puede rezar. Yo tampoco creo en ese dios ni le oro rezando plegarias[1].
Pero ¿qué es orar? ¿Qué es rezar? ¿Qué es plegaria? Los tres términos no carecen de relación, aunque distan mucho de ser sinónimos. El término plegaria (prière en francés) proviene del latino precari (rogar, suplicar, pedir) y éste se remonta a la raíz indoeuropea prek (rogar). De esta raíz se deriva igualmente precario, que en Derecho se utiliza para referirse a una facultad que solo se ejerce gracias a una autorización revocable y en el lenguaje ordinario es sinónimo de inestable, efímero, pasajero. El lenguaje no engaña. Somos y nos sentimos radicalmente precarios: inestables, pasajeros, necesitados de otro. Por eso pedimos, rogamos, rezamos preces o plegarias. Por eso oramos en sentido amplio (pero la oración en su sentido profundo excluye más que incluye la plegaria de ruego o de petición).
Todos los seres son precarios, contingentes, dependientes. Y los humanos tenemos una aguda conciencia de serlo. Dependemos del aire que respiramos, del agua que bebemos, del fuego que nos calienta, de la tierra que nos sustenta, de la mano que nos sostiene, de la mirada que nos afirma y consuela. Dependemos del universo entero, y todo en el universo depende de todo, desde la onda o partícula de lo infinitamente pequeño hasta las estrellas incontables de incontables galaxias en expansión del universo o multiverso. El universo es una fecunda red sin fin de mutua dependencia creadora. Cada ser es gracias a otro, pero ese mismo otro también es en alguna medida gracias a quien lo hace ser. Los hijos son gracias a los padres, pero también los padres son gracias a los hijos. En realidad, todos somos gracias a todo lo que es. La precariedad es un aspecto de la comunión universal de la gracia de ser.
Esta conciencia (en sentido amplio, universal, no exclusivamente humano) de precariedad dependiente se traduce en oración de súplica y gratitud, de reconocimiento y queja, de celebración y pesar. La oración es la múltiple expresión de la infinita red relacional de interdependencia que nos constituye. Cada ser se expresa en su propio lenguaje. Recuérdese que el término latino orare se deriva de la raíz or-, y su primer significado, sin connotación religiosa alguna, es hablar, decir, perorar… Orar es decir a fondo nuestra precariedad y nuestra relacionalidad universal constitutiva. La existencia se vuelve una cadena de oración universal.
Cuanto existe ora – o reza, o recita o dice, se podría también decir –, expresa la gracia de ser gracias a todos los seres y la necesidad de todos los seres para ser uno mismo. Ora el silencio del desierto y el susurro del viento en el bosque. Oran el sol de día y la luna de noche y todas las estrellas y planetas del universo. Oran la fuente que mana y el río que discurre en el valle. Oran los pájaros y todos los animales de la Tierra y de otros planetas habitados. Oran los hijos de Haití y las madres de Gaza. Oran las palabras, los gestos corporales, el silencio profundo. Y toda oración brota del silencio y a él conduce y en su hondura nos escuchamos y respondemos.
¿Oramos o rezamos a Dios? Depende de lo que entendamos por Dios. No oramos ni rezamos plegarias a un dios ente supremo para que suceda algo que de otro modo no sucederá o para que deje de suceder algo que de otro modo sucederá. Esa oración contradice nuestro ser profundo en comunión. Pero innumerables creyentes han rezado y siguen rezando a dios, y lo hacen pidiendo por causas opuestas: uno le pide que luzca el sol y otro a su lado que llueva, uno le ruega por la victoria de su ejército y otro por su derrota, uno le da gracias por haberle curado de una enfermedad por la que su prójimo acaba muriendo (¿abandonado por dios?). Así sin fin. Tal oración/plegaria no tiene sentido para quien no crea en un dios “teísta”, un dios omnipotente exterior de voluntad cambiante que a veces interviene y otras veces no. Muchas personas de oración profunda, aun compartiendo un imaginario cultural teísta, se sintieron empujadas a superar dicha oración o plegaria teísta. Por ejemplo, Jesús dijo: “Al orar, no os perdáis en palabras… Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que vosotros se lo pidáis” (Mt 6,7-8). Y el Maestro Eckhart (hacia 1262-1328) enseñó: “Cuando no rezo por nadie y no pido nada, es cuando rezo del modo más verdadero”. El silencio pleno es la experiencia más profunda y su expresión más plena.
Con palabras o sin ellas, lo sepamos o no, todo nuestro ser ora o reza a todo. Pero no solo eso. Todo cuanto es, lo sepa o no, es pura expresión de su ser relacional con todo. Todo ora a todo. Ser, en el fondo, es oración. Todos los seres nos están rezando: agradeciendo, suplicando, confiando, invocando, llamando. La comunidad viviente de la Tierra y el cosmos por entero es una interminable plegaria en todas sus formas. La Realidad ilimitada es, en el fondo, una liturgia cósmica que se extiende desde el corazón del átomo hasta el universo/multiverso sin fin. El universo entero es una oración, una eterna comunión intercesora universal. Nuestra oración profunda, más allá de todo rezo y plegaria estrecha de petición, consiste en unir nuestro ser precario y orante al ser precario y orante de la realidad universal. El universo, se podría decir también, es una plegaria poética o un poema litúrgico creador (poiein en griego significa “crear”), como el poema de la creación de Gn 1: “Dijo Dios: ‘Hágase’ Y se hizo”.
¿Y Dios? Dios en cuanto Fondo fontal, Aliento vital, Relación creativa o Creatividad relacional es la oración profunda de cuanto existe a todo cuanto existe. Dios nos ora en todo. En el fondo, nuestra oración consiste en unirnos a la voz y al silencio poético, creador, de la oración de Dios. Y así nuestra oración se vuelve creadora del Dios que nos crea.
Aizarna, 25 de enero de 2024
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(Publicado en francés en Témoignage Chrétien, n° 4045, 8 de febrero de 2024, p. 7)
[1] Este texto fue publicado originariamente en francés con el título “Prier Dieu sans croire à sa ‘toute-puissance’ ”. La traducción al español ha requerido una mínima adaptación de la derivación del término francés prier (suplicar, rogar, rezar, pero también orar) a partir de la raíz latina precari (rogar, suplicar) e indoeuropea prek (suplicar). Las líneas que siguen se atienen a la sinonimia parcial de los términos españoles orar, rezar, plegaria.