Otoño

           Rafa Redondo escribe:

Compañeras:

Ha pasado un tiempo desde la última circular. Todos hemos cambiado un poco nuestra existencia. Yo mismo, después de casi dos años, me hallo en el cuerpo de un anciano de 80 años y atravesando una delicada situación de salud que afecta a mi permanencia y actividad. Los expertos neurólogos que me atienden, jóvenes encantadores, me hablan de una enfermedad degenerativa, pero la verdad es que, a esta edad, que me entre miedo por algo degenerativo es que es para tomárselo un poco a risa.

Sin embargo, HAY UN ALGO QUE NO CAMBIA, QUE TE SOSTIENE Y EMPUJA EL ALMA Y AFECTA AL CUERPO. Hablo de la Fuente de la Vida, hablo de la fuerza del viento del Espíritu que alienta a todo ser viviente.

Algo permanente y no nacido que atraviesa de norte a sur la mente pensante. Algo que permanece presente en mi conciencia al margen de los vaivenes del tiempo. Algo que no puede ser visto ni pensado, y que me procura la certeza de que es inmediatamente evidente, o mejor, auto-evidente. Algo que persiste después de los millones de eventos que nacen y mueren. Algo que se hace y muestra como sensación de ser.  Eso que al maestro Ramana le empujó a decir “Soy” y a Jesús le hizo decir que él era antes de Abraham. Eso, ESO que era antes de que el mundo fuera. Ese Yo, auto-evidente e inmediato, que resiste a perderse entre los objetos de mi mente. Algo inmutable e indecible, pero experimentable, que se hace Presencia mientras lees, mientras escribo. El Yo sin forma, nuestro rostro original antes de que nacieran nuestros padres. Un Algo que es de libre acceso a todo ser nacido, al margen de escuelas y maestros, Algo que lava, acaricia y cura cuando en la meditación diaria, que puede durar 24 horas, se hace transparente. Y entre agradecidas lágrimas lo agradeces, lo agradeces… porque es la misma Vida.

He terminado mi carrera, he mantenido la confianza (2 Timoteo 4, 7). Siento como Pablo (1 Corintios, 15, 55): “¿Dónde está, muerte, tu victoria?”.

Me abro a la acogida de aquello que brota cuando me depongo. Me abro a la nada de esta misma hoja vacía donde escribo, que me insta a la apertura, al destello de un don, de ese Tú que cuando me aparto fulge.

Bilbao, octubre de 2o21

(Rafa Redondo, maestro y compañero de Ipar Haizea, verso libre de formas en el camino a la Fuente de la Vida)