PREDECIR O PREPARAR

Los antiguos observaban el vuelo, el canto o las vísceras de las aves para predecir el futuro. Supongo que los hechos de vez en cuando, por simple ley de probabilidades, darían razón a los augures, y éstos se verían confirmados en su sistema de predicción. Hoy que sabemos más, somos más cautos, nos sentimos incapaces de adivinar el porvenir. Crece la ciencia y aumenta la ignorancia (o su conciencia).

Somos, sí, y por primera vez en la historia, capaces de predecir de modo bastante fiable el tiempo meteorológico con 8 días de antelación, gracias a los mapas de los satélites. Pero nadie es capaz todavía de predecir el tiempo a un mes vista. Nos dicen que el tiempo es un típico fenómeno caótico: un mínimo factor en el origen de un proceso muy complejo puede cambiar totalmente el resultado final del proceso. El vuelo de una mariposa en el Amazonas puede determinar que, dentro de un tiempo, en Barcelona llueva o luzca el sol.

¿Quién se atreve a predecir el futuro de las religiones en las sociedades desarrolladas? Los teóricos de la secularización que auguraban la desaparición de la religión de la escena pública en las sociedades modernas se han equivocado. Pero seguimos queriendo prever el futuro. Según recientes estudios, hacia 2050, el cristianismo habrá aumentado en número en el conjunto del planeta debido al crecimiento demográfico de los países del Sur y de la mano, sobre todo, de los movimientos evangélicos populistas (no de las iglesias tradicionales, católicas y protestantes); también el islam habrá progresado, pero no en Europa ni Asia; el hinduismo y el budismo se mantendrán, al igual que el judaísmo (aunque éste bien podría descender). Otros estudios anuncian drásticamente que las religiones desaparecerán pronto del todo en 9 de los países más desarrollados: Australia, Austria, Canadá, Finlandia, Irlanda, Nueva Zelanda, Holanda, República Checa y Suiza.

El tiempo dirá. Pero ¿de qué sirve prever el futuro, sino para vivir el presente y así preparar el futuro? No conocemos el porvenir, pues depende de demasiados factores imposibles de controlar. Pero hemos de vivir en el presente de acuerdo al porvenir que deseamos preparar para la religión y las religiones. Y ello requiere saber discernir hoy en las religiones lo esencial de lo accidental. Hay creencias, normas y formas del pasado que es imposible seguir manteniendo, o porque ya no resultan razonables o porque constriñen la vida en vez de animarla.

Vivir hoy la religión, preparando su futuro, es decir: dejarnos penetrar por el soplo refrescante y consolador del Espíritu, alma de nuestro tiempo, alma de nuestra alma, alma de los seres que quieren respirar y vivir. Todas las formas son pasajeras. El Espíritu renueva la vida, renueva a los seres, renueva a las instituciones religiosas, para que sigan cuidando la vida en un mundo cambiante y complejo, herido y vulnerable, global y plural.

No conozco el futuro de las religiones, pero quiero que se transformen, para que sigan siendo aquello que en su fuente verdadera siempre quisieron ser: palabra de aliento, germen de vida, levadura de transformación.

(Dialogal. Quaderns de l’Associació UNESCO per al Dialeg Interreligiós, núm. 44 [2012], p. 25)