Preguntas en Santa Lucía

Hola, amigas, amigos:

Se suceden los días del adviento. Y crece la sensación de que nuestros pasos no siguen el ritmo, el rumbo, el curso de su luz. Vamos y venimos demasiado ocupados. Una y otra vez faltamos a la cita del dolor y del consuelo, de la compasión y de la promesa.

Siguen naufragando pateras, explotando las bombas, fundiéndose los glaciares, disparando las armas. Tantas gentes siguen llorando. Y siguen los poderes empeñando la fuerza, agravando castigos, violentando el derecho, calculando el beneficio, tergiversando sentencias, imponiendo sus leyes. Siguen los poderes agravando dolores. Sigue creciendo el miedo. ¿Quién hará que donde crece el miedo aumente la salvación? ¿Y cómo las profecías del adviento serán cumplimiento si no nos dejamos consolar y no compadecemos?

No, no es tarde. Es justo la hora. Sigamos rezando: ¡Marana, tha! ¡Ven, luz de nuestras noches! ¡Ven, consuelo de nuestras penas! ¡Ven, remisión de tantas cadenas! ¡Ven, presencia más profunda en el desamparo más profundo! Ven, Señor Jesús!

Pero ¿qué hacemos cuando rezamos así? No rezamos ciertamente ¿cómo podríamos rezar? a un dios lejano y remiso. ¡Cómo podríamos creer en un dios que se hiciera rogar como cualquier señor altanero! ¡Cómo podríamos celebrar el adviento, si no caminara Dios con nosotros! ¡Cómo podríamos invocar a quien no estuviera en lo más profundo de nosotros, y no acompañara la soledad más profunda? ¿Cómo podríamos rezar a Dios, si no fuera Dios quien reza en nosotros, si no fuera Dios quien también nos reza a nosotros? ¿Cómo podríamos celebrar el adviento si la sucesión de días y de penas no fuera también adviento y oración de Dios, sobre todo cuando nosotros fallamos?

¿Cómo podría Dios ser realmente Dios si, en lo más hondo de nosotros, heridos o perdidos como estemos, no nos dijera: “No temas, yo mismo te auxilio. No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel (Is 41,13-14)? ¿Cómo podría Dios ser Dios y ayudar si no sufriera con nosotros y si no necesitara que nosotros le ayudemos? “Los pobres y los indigentes buscan agua y no la hay; su lengua está reseca de sed”. ¿Cómo podrá Dios alumbrar fuentes y darse a beber de balde, si no reconocemos que todos somos pobres, sedientos y hermanos? ¿Cómo podrá Dios aliviar nuestros miedos, si le dejamos solo en el que necesita nuestra gota de consuelo?

Hoy es Santa Lucía. Ha pasado la noche más larga del invierno. En Aránzazu luce un sol radiante, como para creer que los días pueden crecer y nuestro adviento no está agotado.

Que tengáis paz. Que Jesús os bendiga.

(Publicado el 12 de diciembre de 2007)