Todas las cosas están unidas

Es extraño que la mayor parte del sentimiento que llamamos religioso, la mayor parte del clamor místico que es una de las reacciones más valoradas y deseadas de nuestra especie, sea realmente la comprensión y el intento de decir que el ser humano está relacionado con la totalidad, que tiene una relación inextricable con toda la realidad, conocida e incognoscible.

Esto es fácil de decir, pero fue el profundo sentimiento de tal relación lo que hizo a un Jesús, un san Agustín, un san Francisco, un Roger Bacon, un Charles Darwin y un Einstein. Cada uno de ellos con su propio tempo y su propia voz descubrió y reafirmó con asombro el conocimiento de que todas las cosas son una, y que una cosa lo es todo: el plancton, una trémula fosforescencia en el mar, los planetas girando y el universo en expansión, todo ello ligado por la cuerda elástica del tiempo.

Es aconsejable mirar de la marea a las estrellas, y luego de las estrellas a la marea otra vez”.

(John Steinbeck [novelista estadounidense,  1902-1968],  Por el mar de Cortés, cit. por Frans de Waal [reconocido biólogo holandés, especializado en psicología y conducta de humanos, primates y animales en general], El bonobo y los diez mandamientos, p. 119-120).