Vuelve el otoño

Hola, amig@s:

Ya es octubre, y es un placer volver a encontrarnos, volver a saludaros. En Arantzazu luce un espléndido día de otoño, lleno de luz transparente y silenciosa. Las nubecillas blancas como desleídas en el cielo azul, o el cielo azul como desleído en las nubecillas blancas. Muchas golondrinas ya se fueron. También el petirrojo ha cambiado de tono en su canto. Es otoño. ¡Qué bello es el otoño!

Y entre otras cosas, el otoño tiene que florece el nardo. ¿Os acordáis de aquel nardo? Pues ahí está de nuevo, con su tallo sencillo y derecho, con sus hojas radiales, prolongadas las del tallo a modo de escamas. Y con su espiga de capullos preparando la flor. El primer capullo floreció el 24 de septiembre, apenas inaugurado el otoño, y no me diréis que el día en que el primer capullo de nardo floreció en la terraza no merece ser consignado en nuestras agendas tan repletas de plazos y de fechas. Y ahí está tranquilo al sol y a la lluvia, de día y de noche, sobre todo de noche, que es cuando más exhala su fragancia, aunque nadie esté allí para verlo y olerlo.

Pasó el verano. ¡Ojalá hayáis disfrutado! Cuando disfrutamos, algo de Dios disfruta, y si el disfrute es compartido, disfruta Dios por entero. Pero me temo que Dios no haya podido disfrutar del todo durante este verano.

Hemos visto a los rusos plantar su bandera en el subsuelo marino del Polo Norte y decir: “Esto es nuestro, porque hemos llegado los primeros”. Hemos visto partir a los americanos hacia Marte, en busca de agua y de lo que haya, y cuando lleguen plantarán su bandera y dirán: “Esto es nuestro, porque hemos llegado los primeros”. Hemos visto que seguían llegando cayucos y pateras repletas de gentes cansadas y buenas, de gentes sufrientes llenas de miedo, y a otras muchas gentes con armas y leyes y miedos decir a las gentes cansadas y buenas: “¿A qué venís? Esto es nuestro”. Hemos visto, de nuevo, gastar en la Tierra en armas inicuas para matar tres veces más que en remedios santos para eliminar el hambre. Hemos visto fundirse los hielos del Ártico y volverse azules los mares de hielo blanco, y nunca un mar azul nos había inquietado tanto. Hemos visto subir y subir el Euríbor, que yo ni conocía, y sólo entiendo que muchas familias deben pagar 90 € más al mes por sus créditos e hipotecas, y todo es por el miedo. Hemos visto a cientos de jóvenes monjes budistas silenciosos y rebeldes en las calles de Myanmar y de Yangón, como pequeños Cristos, y otros muchos jóvenes que no eran monjes, pero eran también como Cristos clamando por la libertad y el derecho.

Dios también habrá visto todo eso durante el verano, y tantas otras cosas que no le dejarán disfrutar. Pero nada podrá impedirle la compasión, y ¡ojalá que su compasión nos consuele! ¡Que Dios te consuele! ¡Que Jesús te bendiga!

No sé si podré seguir el ritmo semanal de estos temas, porque aparte de mis tareas habituales y consabidas premuras ando sumergido entre aleyas del Corán, sutras del Buda y sentencias del Tao, y no estoy seguro de poder salir a flote cada jueves. Es que me metí solito, sin que nadie me mandara meter a querer publicar esas y otras obras de la sabiduría de las religiones en euskara, y estreno el otoño atrapado en plena contradicción: el Corán y los sutras y el Tao me invitan a la calma del cielo y de la tierra, pero la editorial me urge con sus plazos, como si estuviera en juego el porvenir del universo mundo. Pero el mundo seguirá, y seguirá Dios respirando en el universo, empeñado en que todos respiremos libres y en paz. Lo dice el nardo, además del Evangelio y el Corán y el Buda y el Tao.

En la fiesta de San Francisco, ¡que Jesús os bendiga!, ¡que Dios os llene de paz y bien!

(Publicado el 4 de octubre de 2007)