Guerrillero, rehén, presidente, filósofo: la vida inmensa de Pepe Mujica

Lo que lo hacía muy raro es que tenía convicciones y no las olvidaba y vivía según ellas.

“Decidimos que hay que ahorrar luz porque hay poco combustible y podremos tener apagones, sin darnos cuenta de que el combustible no está faltando por la crueldad del destino sino porque vivimos en una civilización donde el despilfarro es ley. Pensemos, además, en el verdadero significado del término ‘despilfarro’. Decimos: ‘Hay que ahorrar luz para que no nos falte’. Yo pregunto ¿lo que hay que ahorrar es luz? Lo que hay que ahorrar es vida humana. Porque cuando tú comprás, no comprás con dinero. Comprás con la vida que gastás para obtener ese dinero. Pero la vida no es una mercadería, es el único bien que no podés comprar. Ahora, cuando tú has gastado tu vida detrás del dinero, has gastado lo más valioso que hay en tu vida: la libertad. Libertad para hacer lo que te gusta y te motiva. Cuanto más agrandás la franja de tu vida que dedicás a ganar dinero, más achicás la franja de libertad. Para mí, antes el problema eran las clases sociales, hoy es la civilización que nos toca vivir”, le dijo, por ejemplo a la gran periodista uruguaya María Esther Gilio. Que después le preguntó cómo podríamos ir hacia ese hombre “un poco mejor” del que él hablaba.

―A ese hombre se lo construye.

―¿A partir de qué?

―A partir de una cultura distinta, de una manera de vivir diferente.

―¿Y cómo se implementa eso? No es fácil.

―Claro que no es fácil, ¡qué va a ser fácil! Incluso te digo que no sé si es posible. Se puede fracasar en esto. Pero si renunciamos a esa aspiración no saldremos nunca del capitalismo. Haremos un largo camino con la creencia de que vamos al socialismo, pero de pronto veremos que lo que tenemos enfrente sigue siendo el capitalismo.

―Eso ya pasó. Es difícil. No sabemos bien qué debemos hacer.

―Tenemos que ir probando, buscando caminos. Mirá, yo no tengo respuestas seguras. No las puedo tener. Para mí éste es el desafío central que la izquierda tiene por delante.

–Cambiar al hombre.

―Sí, cambiar al hombre. Podemos cambiar todo lo que nos rodea, la salud, la enseñanza, la comida, las diversiones, las casas. Pero si no cambiamos al hombre, si los valores siguen siendo los mismos…

Le dijo el viejo sabio y ella le preguntó qué querría que dijeran de él “las generaciones futuras” cuando lo recuerden.

―Yo no quiero que me recuerden. Si pudiera elegir, lo que quiero es que se olviden. No hay nada peor que la nostalgia, andar creyendo en dioses muertos. A los muertos hay que enterrarlos y respetarlos una vez al año. Cuando hace fecha.

―Tú no podés decir eso. Te van a recordar igual.

―No se construye nada con los muertos. La gente tiene que vivir audazmente, para adelante. Hay que servir para abono y no para estorbo. Servir para abono significa mineralizarse, simplificarse, volverse algo útil. Perder el sentido de pertenencia. Lo importante no es que quede el nombre sino algunas ideas sembradas, sin saber ni preguntarse de dónde vienen, que se las tomen como propias.

Es justamente eso: dan ganas de citarlo y citarlo, callarse la boca y que hable él. En tiempos en que las izquierdas son timoratas o dogmáticas, autoritarias o infructuosas, sus palabras nos interpelaban, nos hacían pensar cosas, nos abrían esperanzas. Por eso, mal que le pese, el ex guerrillero, ex presidiario, ex presidente, ex viejo sabio Pepe Mujica seguirá hablando mucho tiempo.

Martín Caparrós, “Guerrillero, rehén, presidente, filósofo: la vida inmensa de Pepe Mujica”, en EL PAÍS, 13 de mayo de 2025