Año Nuevo 2008

Amigas, amigos:

Justo al octavo día después de Navidad, venimos de nuevo a la gruta de los pastores de Belén, o a la humilde casa del carpintero de Nazaret. Venimos a celebrar el Año Nuevo junto a Jesús recién nacido. Hemos visto una pequeña estrella en el cielo oscuro de la noche, en los ojos cansados de unos pastores pobres, y acudimos a la luz de la estrella, venimos en busca de un rayo de luz, para que el año nuevo no se nos quede viejo y apagado nada más nacer.

No venimos solos. Somos muchedumbres subiendo por todos los caminos de la historia. Nuestros calendarios son diferentes, pero todos celebramos el Año Nuevo. Desde los tiempos más remotos, todas las culturas y religiones lo han celebrado, unos observando la luna, otros observando el sol: los hindúes lo celebran a mediados de noviembre, los chinos a finales de febrero; los judíos en septiembre y los musulmanes entre enero y febrero. Los seres humanos sentimos desde siempre la necesidad de un calendario que ordene nuestros días, y la necesidad de marcar en rojo algunos días, de modo que podamos saber cuándo cultivar la tierra y cuándo descansar, y para que todos los días tan iguales día tras día no sean siempre igual, y para no hundirnos sin origen ni destino en el agujero negro de un espacio y de un tiempo sin límite. Tenemos diversos calendarios, pero todos hemos pintado de luz y de color algunos días, y hemos dicho: “¡Hoy es Navidad! ¡Hoy es Año Nuevo!”.

También los cristianos lo hemos hecho así. Nos acomodamos desde muy antiguo al calendario romano, pero en el día en que se celebraba el nacimiento del nuevo sol o del emperador o del dios Mitra pusimos el nacimiento de Jesús. Y desde entonces, este día de año nuevo que el imperio romano celebraba con pompa y fasto, nosotros lo celebramos mirando a un recién nacido. Mirando a un niño pequeño, en compañía de unos pobres pastores. No adoramos al emperador Augusto en su palacio, ni al poderoso dios Mitra en sus templos; adoramos a un niño pequeño sin ningún poder en la gruta de Belén o en la casita de tierra de María y de José de Nazaret. Y ahí no se nos aparece ninguna gran estrella, ninguna señal resplandeciente del cielo. No: sólo un pequeño brillo en los ojos de un niño recién nacido.

Pero ¡oh! Esos ojos se llaman Jesús, y nos aman, y los amamos, y ahí está la luz. En esos ojos nos vemos reflejados, y esos ojos nos reflejan el mundo entero. Esos ojos de niño nos revelan la debilidad, la impotencia, la súplica de todos los seres, y la bondad herida de todos los seres. Esos ojos se llaman “Jesús”, es decir: “Dios es salvador”, Dios es sol de amor, Dios es misterio de bondad. En el fondo sin límite de esos ojos vislumbramos los ojos de Dios mirándonos a todos con ternura. Dios nos mira con los ojos de Jesús, y la mirada de Dios ilumina nuestras muchas oscuridades, y una lucecita se nos enciende dentro, y vemos cómo se encienden en el mundo otras muchas lucecitas, como en el cielo despejado de anoche. Y en medio de la noche nace el año nuevo, y tal vez también un rayito de esperanza y algo más de bondad en nuestro corazón de carne.

Amigas, amigos, así queremos empezar este nuevo año. Queremos mirar y saludar y felicitar a todo el mundo encendido de lucecitas en los ojos de Jesús. ¡Feliz Año Nuevo a todas, todos! ¡Paz y bien a todas, todos! ¡La bendición de Dios siempre nueva, siempre plena, a todos los seres! No sabemos lo que traerá el año 2008, pero no podrá privarnos del bien y de la paz de Dios. El 2007 ha tenido muchas sombras, pero no nos ha apagado la luz encendida en los ojos de Jesús, y en la tierra se han encendido otras muchas lucecitas. Confiemos en todas esas pequeñas luces, confiemos en la buena luz divina que se esconde en el corazón de todos los seres.

Por ejemplo, hace un mes, los dirigentes de la tierra se reunión en la isla de Bali, y por primera vez reconocieron el problema y adoptaron el compromiso de hacer frente al cambio climático. ¡Felicidades y feliz año nuevo a nuestro planeta azul, a nuestra Madre Tierra! Japón ha decidido suspender la caza de ballenas jorobadas. ¡Felicidades al Japón y feliz año nuevo a todas las ballenas jorobadas! El hambre ha remitido en el África subsahariana, aunque no sea más que un poquito. ¡Felicidades y feliz año nuevo a África! El tratado de Lisboa ha puesto los cimientos para la desaparición de las fronteras por lo menos desde Rusia hasta Gibraltar. ¡Felicidades y feliz año nuevo a la vieja Europa nueva y a todos los inmigrantes que llegarán! En Irlanda son ahora socios de gobierno quienes han sido enemigos irreconciliables. ¡Felicidades y feliz año nuevo a todos los irlandeses! Dos ferrocarriles unen a Corea del Norte y del Sur, tras 50 años de incomunicación. ¡Felicidades y feliz año nuevo a todos los coreanos! Los presidentes de Israel y de Palestina se han estrechado la mano en Anápolis. ¡Felicidades y feliz año nuevo a los israelíes y a los palestinos! Miles de monjes se han enfrentado a la dictadura en las ciudades de Birmania. ¡Felicidades y feliz año nuevo a todos los monjes y laicos de Birmania! Se ha abierto en Caracas el “Banco del Sur” para toda Latinoamérica, frente al Banco Mundial. ¡Felicidades y feliz año nuevo a toda Latinoamérica! Son cada vez más numerosos en nuestro pueblo quienes rechazan toda clase de muertes y toda clase de violencia y toda violación de derechos humanos y trabajan por una paz verdadera. ¡Felicidades y feliz año nuevo a todos de todo corazón!

Quizá nos pueden parecen unas luces demasiado pequeñas para iluminar tantas sombras. Nos pueden parecer unos signos demasiado humildes para felicitar y hacer votos por el nuevo año. Hagamos como los pastores: fueron y vieron los ojos de Dios en los ojos de Jesús y se volvieron, para encender la luz de los ojos de Dios en medio de la noche.

Con todas nuestras sombras, los ojos de un niño pequeño pintan el 1 de enero con colores de fiesta. ¡Celebremos el Año Nuevo! ¡Seamos felices! ¡Que todos los seres sean felices! ¿Cómo? Un dicho vasco nos dice cómo: Urte barri, barri, daukanak ez daukanari katillutxu bete gari, es decir: “Año Nuevo hubiere, si el que tiene al que no tiene un cuenquito de trigo diere”.

(Publicado el 1 de enero de 2008)